sábado, 19 de abril de 2014

EL ESTADO MODERNO, BREVE RECORRIDO POR SU DESARROLLO TEÓRICO por Marcelo Garabedian

g. Charles Maurras (1868–1952)



Siguiendo con la tradición teórica opuesta a la teoría democrática y republicana, nos toca ahora abordar el pensamiento de un intelectual controvertido. Maurras encarnó, sin duda alguna, el pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad mundial de su tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas con la violencia política, el exterminio y el error, su pensamiento nos será de utilidad para analizar aquellas posiciones ideológicas y políticas que critican un orden social y estatal basado en la tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de expresión.

Defensor de la tradición monárquica y de las libertades pactadas, ataca la tradición liberal democrática por considerarla causante de los desórdenes sociales y de la laxitud de la norma. El liberalismo, en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre los habitantes por estar éstos “desviados” de la “forma ideal” que poseen las sociedades. He aquí un pasaje de su libro, El orden y el desorden, que deja clara su postura sobre el orden social:

“La desigualdad es un hecho, queremos que se lo reconozca como hecho vital, como hecho fuera del cual no existe vida posible. La desigualdad o la muerte, hemos dicho. Lo repetimos. No es esto todo. Queremos que este país renuncie a la obsesión, a la idea fija, judeoprotestante, suiza, de la igualdad considerada como bien absoluto”. (Maurras, Ch., El orden y el desorden,Buenos Aires, Huemul, 1964, pág. 31)

Para Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que trasciende Fascismo”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino, -eds.-, ob. cit., pág. 616)


Sobre la idea de la reivindicación de la “comunidad nacional” y la pertenencia a un grupo con una identificación común inaccesible a “los otros”, el fascismo realizó una exaltación del Estado como fin último. A su vez proponía una organización corporativa en el marco de una integración de las diferentes clases sociales. Las palabras escritas por Mussolini en el libro El Espíritu de la Revolución Fascista nos servirán para ilustrar mejor esta postura: “¿qué es el Estado? En los postulados programáticos del Fascismoqueda definido como la encarnación jurídica de la Nación”.


g. Charles Maurras (1868–1952)



Siguiendo con la tradición teórica opuesta a la teoría democrática y republicana, nos toca ahora abordar el pensamiento de un intelectual controvertido. Maurras encarnó, sin duda alguna, el pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad mundial de su tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas con la violencia política, el exterminio y el error, su pensamiento nos será de utilidad para analizar aquellas posiciones ideológicas y políticas que critican un orden social y estatal basado en la tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de expresión.


Defensor de la tradición monárquica y de las libertades pactadas, ataca la tradición liberal democrática por considerarla causante de los desórdenes sociales y de la laxitud de la norma. El liberalismo, en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre los habitantes por estar éstos “desviados” de la “forma ideal” que poseen las sociedades. He aquí un pasaje de su libro, El orden y el desorden, que deja clara su postura sobre el orden social:


“La desigualdad es un hecho, queremos que se lo reconozca como hecho vital, como hecho fuera del cual no existe vida posible. La desigualdad o la muerte, hemos dicho. Lo repetimos. No es esto todo. Queremos que este país renuncie a la obsesión, a la idea fija, judeoprotestante, suiza, de la igualdad considerada como bien absoluto”. (Maurras, Ch., El orden y el desorden,Buenos Aires, Huemul, 1964, pág. 31)


Para Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que trasciende incluso a las mismas personas que es el “interés nacional” como colectivo general. Allí todos los habitantes encontrarán las máximas de su acción basados en los principios de la “patria” y de la “tradición”. Como afirma en uno de los pasajes de su libro:



“La sana política se subordina al interés de la comunidad política real más extendida y más resistente: ayer la cristiandad; hoy la nación.” (Maurras, Ch., ob. cit.,pág. 19)


En Maurras, es el Estado quien debe encarnar este orden político jerarquizado y a su vez “encuadrar” a la población dentro de dicho orden. Es la función del Estado, a través de un líder fuerte, fijar el rumbo de la nación. A lo largo de la obra de este autor, puede observarse que el Estado debe impedir la integración dentro de su territorio con “el diferente”, en materia de raza, de política o de religión, y a su vez, en materia internacional, se debe privilegiar el interés de la nación.



La defensa de la nacionalidad y el ataque a la modernidad son, en Maurras, una constante. Además de proponer un orden basado en la tradición monárquica y en los valores católicos, propone paralelamente la no integración y el restablecimiento de la autoridad nacional como estrategia frente a la disgregación que promueven la modernidad y la democracia de los iguales. En este sentido, la Revolución Francesa como icono de la igualdad, la libertad y la fraternidad es para el autor, el gran causante de la decadencia de Francia. Al respecto afirma:


“El régimen democrático es el que exige más virtud y el que promueve más tentaciones. Esto se vio en 1792 – 99 y se volverá a ver tan frecuentemente como gocemos, bajo el nombre de la soberanía nacional, el régimen de Anonimato, la Irresponsabilidad, las Elecciones, el Dinero y el Extranjero”. (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 73)


En la concepción política de Maurras, el Estado debe ser un Estado mínimo y guiado por la autoridad monárquica, organizado además en base a corporaciones, religiosas, militares y profesionales. Ésta organización institucional, alejada de las organización republicana y democrática, es la más adecuada en su visión del orden. Esta visión no concibe la organización social y la generación de un poder “ascendente” basado en la deliberación democrática,

sino que por el contrario, el ideal de autoridad debe estar refrendado en un poder “descendente”, aquel que proviene de las diferencias derivadas de la desigualdad en el acceso a los recursos. Para obtener una aproximación más cabal a su línea de pensamiento, reproducimos el siguiente párrafo:


| “El único Estado francés asistido de sentido común comportará la existencia de un rey poderoso en su centro y organizaciones autónomas en la periferia. En efecto, nuestro Estado deberá ser fortificado y limitado, y tan limitado como fortificado. Hay que sacrificar al genio de la autoridad la ridícula palabrería del Parlamento central: por el contrario, se debe favorecer, ayudar, emancipar y reorganizar todos los cuerpos, compañías y omunidades susceptibles de expresarse a través de asambleas locales profesionales o religiosas, de la CGT a la Iglesia, de los estados de Provenza a los de Normandía, Bretaña y Flandes. Esto se adecua a todas las comunidades del público” (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 38) Y a continuación afirma:


“el apego a los principios de la Revolución (francesa) es la garantía más fuerte de nuestra desintegración, pero dicha desintegración individualista representa, a su vez, la mejor prenda de la dominación del extranjero sobre nuestros hijos y nietos”. (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 63)


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