g.
Charles Maurras (1868–1952)
Siguiendo con la tradición teórica opuesta a la teoría democrática
y republicana, nos toca ahora abordar el pensamiento de un
intelectual controvertido. Maurras encarnó, sin duda alguna, el
pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad mundial de su
tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas
con la violencia política, el exterminio y el error, su pensamiento
nos será de utilidad para analizar aquellas posiciones ideológicas
y políticas que critican un orden social y estatal basado en la
tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de
expresión.
Defensor de la tradición monárquica y de las libertades pactadas,
ataca la tradición liberal democrática por considerarla causante de
los desórdenes sociales y de la laxitud de la norma. El liberalismo,
en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre
los habitantes por estar éstos “desviados” de la “forma ideal”
que poseen las sociedades. He aquí un pasaje de su libro, El orden y
el desorden, que deja clara su postura sobre el orden social:
“La
desigualdad es un hecho, queremos que se lo reconozca como hecho
vital, como hecho fuera del cual no existe vida posible. La
desigualdad o la muerte, hemos dicho. Lo repetimos. No es esto todo.
Queremos que este país renuncie a la obsesión, a la idea fija,
judeoprotestante, suiza, de la igualdad considerada como bien
absoluto”. (Maurras, Ch., El orden y el desorden,Buenos Aires,
Huemul, 1964, pág. 31)
Para
Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que
trasciende “Fascismo”,
en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino, -eds.-, ob. cit., pág.
616)
Sobre la idea de la reivindicación de la “comunidad nacional” y
la pertenencia a un grupo con una identificación común inaccesible
a “los otros”, el fascismo realizó una exaltación del Estado
como fin último. A su vez proponía una organización corporativa en
el marco de una integración de las diferentes clases sociales. Las
palabras escritas por Mussolini en el libro El Espíritu de la
Revolución Fascista nos servirán para ilustrar mejor esta postura:
“¿qué es el Estado? En los postulados programáticos del
Fascismoqueda definido como la encarnación jurídica de la Nación”.
g.
Charles Maurras (1868–1952)
Siguiendo con la tradición teórica opuesta a la teoría democrática
y republicana, nos toca ahora abordar el pensamiento de un
intelectual controvertido. Maurras encarnó, sin duda alguna, el
pensar y el sentir de un arco muy grande de la sociedad mundial de su
tiempo. Destacando y reivindicando posiciones extremas, relacionadas
con la violencia política, el exterminio y el error, su pensamiento
nos será de utilidad para analizar aquellas posiciones ideológicas
y políticas que critican un orden social y estatal basado en la
tolerancia política y religiosa, la diversidad y en la libertad de
expresión.
Defensor de la tradición monárquica y de las libertades pactadas,
ataca la tradición liberal democrática por considerarla causante de
los desórdenes sociales y de la laxitud de la norma. El liberalismo,
en la visión del autor, generará “pobreza de espíritu” entre
los habitantes por estar éstos “desviados” de la “forma ideal”
que poseen las sociedades. He aquí un pasaje de su libro, El orden y
el desorden, que deja clara su postura sobre el orden social:
“La
desigualdad es un hecho, queremos que se lo reconozca como hecho
vital, como hecho fuera del cual no existe vida posible. La
desigualdad o la muerte, hemos dicho. Lo repetimos. No es esto todo.
Queremos que este país renuncie a la obsesión, a la idea fija,
judeoprotestante, suiza, de la igualdad considerada como bien
absoluto”. (Maurras, Ch., El orden y el desorden,Buenos Aires,
Huemul, 1964, pág. 31)
Para
Maurras, el orden político debe estar sujeto a un interés que
trasciende incluso a las mismas personas que es el “interés
nacional” como colectivo general. Allí todos los habitantes
encontrarán las máximas de su acción basados en los principios de
la “patria” y de la “tradición”. Como afirma en uno de los
pasajes de su libro:
“La
sana política se subordina al interés de la comunidad política
real más extendida y más resistente: ayer la cristiandad; hoy la
nación.” (Maurras, Ch., ob. cit.,pág. 19)
En Maurras, es el Estado quien debe encarnar este orden político
jerarquizado y a su vez “encuadrar” a la población dentro de
dicho orden. Es la función del Estado, a través de un líder
fuerte, fijar el rumbo de la nación. A lo largo de la obra de este
autor, puede observarse que el Estado debe impedir la integración
dentro de su territorio con “el diferente”, en materia de raza,
de política o de religión, y a su vez, en materia internacional, se
debe privilegiar el interés de la nación.
La defensa de la nacionalidad y el ataque a la modernidad son, en
Maurras, una constante. Además de proponer un orden basado en la
tradición monárquica y en los valores católicos, propone
paralelamente la no integración y el restablecimiento de la
autoridad nacional como estrategia frente a la disgregación que
promueven la modernidad y la democracia de los iguales. En este
sentido, la Revolución Francesa como icono de la igualdad, la
libertad y la fraternidad es para el autor, el gran causante de la
decadencia de Francia. Al respecto afirma:
“El
régimen democrático es el que exige más virtud y el que promueve
más tentaciones. Esto se vio en 1792 – 99 y se volverá a ver tan
frecuentemente como gocemos, bajo el nombre de la soberanía
nacional, el régimen de Anonimato, la Irresponsabilidad, las
Elecciones, el Dinero y el Extranjero”. (Maurras, Ch., ob. cit.,
pág. 73)
En la concepción política de Maurras, el Estado debe ser un Estado
mínimo y guiado por la autoridad monárquica, organizado además en
base a corporaciones, religiosas, militares y profesionales. Ésta
organización institucional, alejada de las organización republicana
y democrática, es la más adecuada en su visión del orden. Esta
visión no concibe la organización social y la generación de un
poder “ascendente” basado en la deliberación democrática,
sino
que por el contrario, el ideal de autoridad debe estar refrendado en
un poder “descendente”, aquel que proviene de las diferencias
derivadas de la desigualdad en el acceso a los recursos. Para obtener
una aproximación más cabal a su línea de pensamiento, reproducimos
el siguiente párrafo:
| “El
único Estado francés asistido de sentido común comportará la
existencia de un rey poderoso en su centro y organizaciones autónomas
en la periferia. En efecto, nuestro Estado deberá ser fortificado y
limitado, y tan limitado como fortificado. Hay que sacrificar al
genio de la autoridad la ridícula palabrería del Parlamento
central: por el contrario, se debe favorecer, ayudar, emancipar y
reorganizar todos los cuerpos, compañías y omunidades susceptibles
de expresarse a través de asambleas locales profesionales o
religiosas, de la CGT a la Iglesia, de los estados de Provenza a los
de Normandía, Bretaña y Flandes. Esto se adecua a todas las
comunidades del público” (Maurras, Ch., ob. cit., pág. 38) Y a
continuación afirma:
“el
apego a los principios de la Revolución (francesa) es la garantía
más fuerte de nuestra desintegración, pero dicha desintegración
individualista representa, a su vez, la mejor prenda de la dominación
del extranjero sobre nuestros hijos y nietos”. (Maurras, Ch., ob.
cit., pág. 63)
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